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EL TORNADO (3ª parte) - Por Eduardo Juan Salleras


Una nueva oportunidad
EL TORNADO 3ª parte
Por Eduardo Juan Salleras, 6 de marzo de 2016.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente

Parece un siglo lo del tornado y tal vez fue ayer, digo así porque fui perdiendo la noción del tiempo, incluso no puedo colocar claramente el orden de los hechos.

Mi memoria está hoy dentro de una nebulosa, como si todo hubiera sido solamente una pesadilla. Sin embargo, cuando recorro con mi vista las cicatrices de tan violenta agresión climática, asumo mi realidad.

Sé que pudo haber sido mucho peor, que hay cosas más graves en la vida a las que uno debe rendirse solamente con resignación. En cambio, mi situación me permite elegir: resignarme o afrontar con la mayor fuerza y rapidez posible, una solución.

Puedo todavía optar, y más allá de las magulladuras y de la desazón, del momento de mi vida en que pasó, tengo fuerza física y de a poco, recuperando la espiritual.

Los momentos en que me encontré solo, fueron los más difíciles.

Recurrí entonces a alguien que trabajó conmigo de tambero más de 20 años, para que me ayude a ordeñar las vacas, es hoy un entrañable y viejo amigo incondicional. Es de esas personas que uno ya sabe que su respuesta va ser un sí, sin miramientos. Entonces con el “Negro”, más allá de sus años, emprendimos la continuidad de la producción, realizando un único ordeñe diario con el grupo electrógeno, ya que necesitaba tiempo para seguir con las tareas de limpieza y reconstrucción.

- Eduardo – me dijo un día el “Negro” – no es mejor secar todas las vacas, yo no tengo problema en seguir viniendo y darle una mano, cuente siempre conmigo pero… puede esperar un tiempo y volver a la actividad… no sé si tiene sentido esto porque estamos tirando toda la leche…

- ¿Me está diciendo de cerrar?

- No, de secar las vacas…

Secar y cerrar es igual, la única diferencia está en el después, volver a funcionar o no. Él me decía de cerrarlo por un tiempo hasta acomodar todo. Ordeñar y tirarle la leche a los terneros es como estar cerrado, perdiendo tiempo y dinero.

- Tiene Ud razón, vamos a cerrar…

La decisión fue un golpe durísimo. Me senté solo a mirar a lo lejos el rodeo. Enorme la amargura. Sin dejar caer una lágrima, mis ojos estaban inundados de tristeza. No había otra alternativa, además el “Negro” arrastraba una lesión en el tendón de Aquiles que le impedía caminar bien, inclusive subir al caballo. ¿Qué más le podía pedir? Siempre está.

Las horas, los días posteriores fueron pesados, cargando una mochila llena de pena. No es lo mismo salirse solo a que lo empujen.

Las vacas cargaban igual, poco, pero sus ubres se veía pidiendo alivio. Hicimos entonces ordeñes cada 48 horas y luego a 72. Toda la leche a los terneros… y de lo que la leche produce, vivo.

Apareció luego un postulante a tambero. Tarde, las vacas poco cargaban ya. De todas formas lo tomé. Y con él y un ayudante, más allá de los trabajos de limpieza, orden y reconstrucción, hablamos de vacas… y cayó, hace unos días, un técnico de máquinas de ordeñar, tarde, ya estaba cerrado. Sin embargo, hablamos de los problemas del tambo… Hay muchas vacas preñadas y unas cuántas paridas, con el ternero al pie…

De pronto sentí un cambio en la química de mi cuerpo. Esa ácida amargura se sumó a la nebulosa del recuerdo, como el tornado. Me di cuenta que todo era ya parte del pasado, aunque solamente habían transcurrido veinte días. Hoy, ahora, me siento distinto. Agobiado todavía pero nunca voy a permitir que me saquen a los empujones.

Tal vez esté cometiendo el error de mi vida, será elección mía no lo que el destino quiera hacer de mí.

Mi mujer, cuándo no, viendo el lado positivo a la catástrofe… Aquel árbol molestaba, hay más luz… ya no podíamos seguir ordeñando allá lejos… las vacas están más tranquilas… ella trabajando como yo de sol a sol para que las cosas vuelvan a ser lindas.

En silencio mi mente comenzó a diseñar la nueva actividad, el volver, diferente pero, ni el tambo ni la fábrica cerrarán. El nuevo tambero, el técnico de máquinas de ordeñar, llegaron justo.

Cuando pasan estas cosas, uno debe tener la lucidez de pensarlas bien, de analizarlas. Se puede deducir también quién es quién en la historia de nuestra vida, no solamente por el apoyo de los amigos, que fueron muchos, sino aquellos que apostaron a que no me caía. Y si bien todavía no me levanté, ni pienso quedarme tirado en el suelo. Sé que va a ser difícil recomenzar. Sé que la mayor pérdida fue el tiempo. Dejaré a un costado las ramas y los árboles caídos, no van a ser ellos quienes me detengan. Arreglaré los techos cuando pueda, hoy ya no se llueven. Liberaré lo necesario. Todas mis fuerzas se centrarán en recomenzar. La vida del campo es así, mi vida fue siempre así.

Gracias Dios mío por haberme dado una nueva oportunidad.

EJS

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