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Giancarlo Ibárgüen S. (1963–2016) - Por Rebeca Zuñiga


Por Rebeca Zuñiga
The Beacon
Ayer mi corazón zozobró cuando un ex colega me envió una nota diciendo: “Rebeca, se fue el más grande… falleció Giancarlo”.
Este “hombre más grande” fue Giancarlo Ibárgüen S., ex rector de la Universidad Francisco Marroquín (UFM) en Guatemala, que perdió su lucha de siete años contra la ELA a la edad de 53 años.

Giancarlo fue mi jefe desde 2003 hasta 2014, cuando era directora del Departamento de New Media de la universidad. Aún más importante, él fue mi maestro y mentor, un modelo a seguir y un verdadero héroe de la libertad. Me introdujo en las enseñanzas del libre-mercado, y con su ejemplo, me mostró cómo vivir una vida consistente con nuestros principios y valores morales.

Llevar la antorcha de la libertad en la era digital

Giancarlo dio sus primeros pasos en el camino hacia la comprensión de las ideas de libre mercado cuando aún cursaba la escuela secundaria. Había conocido al fundador de la UFM, el fallecido Manuel F. Ayau, y visitaría la universidad para atender algunas clases como oyente. Muchos años más tarde, se unió al Consejo Directivo, se convirtió en fiduciario, y asumió el rol de Secretario General. En 2003, su influencia en la universidad se hizo aún más fuerte cuando se convirtió en rector de la UFM.

Él siempre llamó a la universidad la Casa de la Libertad y también la “Universidad de los Free-Marketers” (un término acuñado para referirse a los partidarios del libre-mercado por el Dr. José Keckeissen, ex profesor de economía austriaca de la universidad y uno de los primeros alumnos de Ludwig von Mises en la New York University). Se aseguró de que la UFM—un precoz faro de la libertad en una región que ha sufrido mucha opresión—permaneciese como un hogar acogedor para todos aquellos que aman las ideas de la libertad.

Bajo el liderazgo de Giancarlo, la UFM transformó la educación superior. Su implementación de la tecnología en el aula ha superado con creces los esfuerzos de cualquier otra universidad en América Latina. Entre los avances tecnológicos destacan: conectividad inalámbrica a Internet en 1998, herramientas de software y hardware que permitieron a los estudiantes y profesores interactuar de manera más productiva, producción de contenidos multimedia en 2001, libros electrónicos, y acceso en línea a las principales revistas académicas, y otras fuentes educativas.

Giancarlo se deleitaba silenciosamente al ver los rostros de asombro de los visitantes extranjeros, sorprendidos de que una universidad de un país en desarrollo fuese tan avanzada tecnológicamente, incluso más que muchas universidades mejor conocidas (y mejor financiadas) del mundo. Lucía como un padre orgulloso, mostrando todas estas fantásticas herramientas y proyectos, pero nunca se endilgó meritos propios.

Giancarlo puso en marcha muchos programas innovadores, pero también se avocó a los fundamentos mismos de la educación. Comprometido profundamente a fomentar el pensamiento independiente y la enseñanza no coercitiva, promovió el método socrático en el aula.

“El profesor no puede, ni debe, pretender que goza de todos los conocimientos, ni siquiera en el área en el que se supone que es un experto”, dijo en su discurso en el Instituto Juan de Mariana de España en 2011. “Con seguridad conoce más a fondo la materia que se trata en el aula. Sin embargo, no puede conocer todas las vertientes, las variantes, las posibilidades combinatorias que pueden surgir de un diálogo socrático, en un grupo de alumnos que honestamente desean cultivar su curiosidad intelectual”.

Muchos proyectos, muchos galardones

La tecnología educativa y la pedagogía no fueron las únicas contribuciones de Giancarlo al avance de la libertad. Otra que también se destaca es su co-fundación de The Antigua Forum, una reunión anual en Guatemala de reformadores de las políticas públicas y emprendedores de todo el mundo.

También se desempeñó como presidente del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES), un think-tank liberal en la Ciudad de Guatemala y precursor de la UFM. En 2006 ocupó el cargo de secretario de la Mont Pelerin Society y presidió el comité organizador de su reunión general en la Ciudad de Guatemala. También se desempeñó a partir de 2007 como miembro del consejo del Liberty Fund; presidente de la Association of Private Enterprise Education (APEE) ese mismo año; del Hispanic American Center for Economic Research (HACER); y fue miembro del consejo de la Philadelphia Society y el Instituto Acton de Argentina.

Varias agrupaciones reconocieron formalmente las contribuciones de Giancarlo a la libertad, como lo indican las decenas de premios que recibió: el Guardian of Freedom Award del Acton Institute (2009); el Kent-Aronoff Service Award (2010) de la Association of Private Enterprise Education (APEE); el Premio Juan de Mariana en Madrid, España, (2011); y un doctorado honorario en economía del Hillsdale College (2013). El 19 de agosto de 2013, izó la bandera de Guatemala durante una ceremonia en el Banco Industrial en reconocimiento a sus contribuciones a la sociedad guatemalteca. Fue galardonado también con el Premio Manuel F. Ayau otorgado por Estudiantes por la Libertad (2014); el Leonard E. Read Distinguished Alumni Award de la Foundation for Economic Education (2015); y en abril de 2015 fue reconocido por los Aggies guatemaltecos (ex alumnos de la Texas A&M University) por sus contribuciones a Guatemala y el mundo, entre otros galardones.

Una mente brillante

Giancarlo era un ávido lector, especialmente de los clásicos de la antigua Grecia, que a menudo releía. Pero uno de sus libros favoritos era Don Quijote, de Miguel de Cervantes y Saavedra. Consultado en una entrevista por qué le gustaba este libro, respondió: “…me parecía una genialidad de Cervantes utilizar a un loco para criticar los poderes de la época. En ese sentido, me parece que Cervantes tenía un espíritu protoliberal cuando criticaba el poder, y sobre todo el poder centralizado en los diferentes órdenes que prevalecían en el siglo XVII. ¿Por qué lo hizo así? Para evitar la censura…”

Un hombre brillante que disfrutó de aprender sobre muchos temas y disciplinas diferentes, Giancarlo podía conversar en un elevado nivel acerca de numerosos conceptos difíciles. Estaba siempre abierto a nuevas ideas, incluso las que pudiesen sonar más alocadas. Pero también se deleitaba con discusiones espontáneas sobre las cosas simples, como la belleza de la naturaleza. Los amaneceres o curiosidades sobre el canto de los pájaros, era a veces la forma como iniciaba las conversaciones informales.

En 2009 Giancarlo fue diagnosticado con ELA. En 2014 le pasó la estafeta a un nuevo líder para guiar a la universidad y hacer crecer los cientos de proyectos que comenzó. Pero incluso después de retirarse, su agenda estaba todavía llena. Muchos amigos, ex alumnos y estudiantes solicitaban citas con él, y él siguió brindando tutoría y asesoramiento a cualquiera que pidiese ayuda hasta el final de sus días. Giancarlo poseía un raro don: podía desatar el genio oculto en cada uno de nosotros, y una vez que la luz estaba encendida, seguía fomentando nuestro progreso hacia el auto-descubrimiento.

Una nota personal

Para mí, trabajar con Giancarlo fue un gran honor. Él era el líder perfecto: uno que ayudaba a los otros a ver lo que él visualizaba, en lugar de decirles qué hacer. Afirmaba que nunca se sintió como un director de orquesta, dando órdenes a los músicos en el foso. En cambio se veía más como un miembro de una banda de jazz, manteniendo el ritmo junto con los otros músicos. Su pasión por las ideas de la libertad era contagiosa, como lo era su entusiasmo, energía y felicidad—aun cuando su enfermedad estaba en su peor momento.

Tocó e inspiró muchas vidas. Tenía fe en la generación más joven y veía a la educación como una de las herramientas para combatir el mal. Su fallecimiento es una tremenda pérdida para el movimiento de la libertad, pero su legado perdurará. Sus discípulos continuarán la lucha para construir un mundo mejor, al igual que Sancho Panza del Don Quijote, excepto que mejor equipado.

Para muchos, la pérdida es profundamente personal. Comparto la tristeza que sienten aquellos que lo conocieron. Atesoraré todos los momentos que la familia de la UFM y yo pasamos con él. Vivímos muchas aventuras con nuestro líder. Puedo decir con orgullo que he vivido en la era Giancarlo Ibárgüen. Ser uno de sus “Sanchos” ha sido uno de los regalos más valiosos que he recibido jamás.
Mis condolencias y oraciones para su familia Isabel, Sofía, Cristóbal y Sebastián. A la familia de la UFM, Consejo Directivo, fiduciarios y, especialmente, a su leal asistente Mayra Ramírez, quien trabajó muy de cerca con Giancarlo durante más de 14 años, comparto su dolor. El más grande hombre, profesor, mentor, héroe y campeón de la libertad se ha ido físicamente, pero vivirá siempre en nuestros corazones y mentes.

Es ahora el momento, como escribió Cervantes, de “sacar fuerza de flaqueza” y agradecer la oportunidad de haberle conocido. Nuestro tesoro es haber sido testigos de la grandeza de una mente increíble capaz de hacer posible lo imposible.

Hasta siempre, Giancarlo.

Traducido por Gabriel Gasave
La autora es Directora de Multimedia en el Independent Institute.

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